La España inexistente


Todos lo pudimos ver. Bertín Osborne entrevista a José María Aznar, que está sentado de lado con un vergonzante y gran cojín sobre sus «partes». No vemos sus manos. En un momento dado el entrevistador le pregunta por su bigote, su bigote inexistente. «Lo sigo teniendo», le contesta, pero ni tan siquiera Bertín, profesional de las gafas de aumento para curar su ceguera ibérica, se lo cree. Hay unos segundos muy incómodos. «¿Dónde está?», le pregunta incrédulo. Aznar, contrayendo su mandíbula provista de una dentadura poderosa, habituada a devorar carne cruda y dar dentelladas por doquier, logra iniciar algo así como una sonrisa, que no obstante se desvanece. «Casi no se nota, pero está», es lo que dice o intenta decir. Fue algo siniestro y perturbador. Nadie pudo ver rastro alguno de su famoso mostacho, pero si su... sombra.

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«En un país donde la verdad hace tiempo que huyó despavorida, alimentar la pira es lo que cuenta, que la hoguera siempre esté bien encendida en esta su carrera mano a mano con los prohombres de la reconquista»


Pablo Casado (alias «vivaelreyyvivaespañayvivalalegión») es un dogo desatado al que un día soltaron los barones del partido para que corriera por su amada Castilla, tan ancha que es como ancho se queda siempre él, para lanzar insultos y reinventar la realidad. Padece un agudo síndrome de Tourette. Jamás se controla porque no nació para eso. Sus palmeros, que siempre están tras sus espaldas, son aún peor. Ríen cada una de sus gracias aunque no tengan ni pizca de gracia. A todos les brilla mucho la piel, sudan en abundancia y, como Aznar, ocultan las manos, justo donde tienen agarrada una correa bien larga para que el chico corra de lo lindo. Al fin y al cabo está para eso. En un país donde la verdad hace tiempo que huyó despavorida, alimentar la pira es lo que cuenta, que la hoguera siempre esté bien encendida en esta su carrera mano a mano con los prohombres de la reconquista. Describe un país que solamente ve él. Su objetivo es que, tras jornadas interminables de extenuante virulencia verbal, comencemos a ver el bigote inexistente, o lo que es lo mismo, su España inexistente, esa llena de peligros y peligrosos. Estamos en el Titanic que zozobra y donde la orquesta (¿alguien ha creído alguna vez semejante patraña? ¿Una orquesta que toca mientras el barco se hunde?) somos nosotros. Tampoco existe el barco. No hay botes salvavidas. Se los llevaron gente mediocre como Casado, Rivera o Abascal, los del «Paquí y Pallá SL» y las cabalgatas

Sin embargo, que el vocero sea tonto no quiere decir que los que lo dirigen también lo sean. Porque la estrategia está pensada al milímetro. En España, la escalada de tensión y la violencia siempre han beneficiado a la extrema derecha. Que se lo digan a José Calvo Sotelo, cuando semanas antes de la Guerra Civil se pavoneaba en el Congreso con llamadas incesantes a defender la patria, que decía doblegada, aniquilada y amenazada por complots y planes que solo él y los suyos veían (aseguraron que en unos meses el país estaría en manos rusas), hasta que sin complejos (como repite también esta nueva / vieja derecha) dijo eso de que «si eso es fascismo, yo soy fascista. ¿Y qué?». Todos enmudecieron. Se sospechaban terrores venideros, pero ya era tarde.

Lo que vino a continuación ya lo sabemos.