El «templo» de Satán estuvo en Madrid

Poco antes de la Guerra Civil, en el centro de la capital se inauguró el Cabaret Satán, que desataría las iras de católicos y ultras. Su decoración imitaba el averno, organizaba fiestas «infernales», el poeta Pablo Neruda era uno de sus habituales y se convirtió en el más polémico y tumultuoso de los locales nocturnos. El franquismo le obligó a cambiar su nombre, conservando solamente las dos últimas letras de su luminoso: ahora se llamaría «Tarzán»

Las destrucciones estaban al orden del día. También la violencia política. Algunas iglesias habían ardido y el pánico de monárquicos (que habían visto como su rey ponía pies en polvorosa a través del secreto túnel de Bonaparte, que cruzaba el Palacio Real y Campo del Moro para adentrarse en la Casa de Campo, a punto de ser declarada abierta al público), tradicionalistas o abiertamente profascistas, que soñaban con imitar la Marcha de Roma de Mussolini, era generalizado. La sensación que se vivía en la capital era de conflicto y choques.

Para los sectores ultracatólicos, comunistas y anarquistas eran agentes del Mal movidos por ideas demoníacas. En una palabra: satánicos. Y ahora, además, contaban con un templo a unos minutos de la Puerta del Sol, en la calle de Atocha «¡A lo que hemos llegado! –bramaba en septiembre de 1934 El Siglo Futuro, periódico ultracatólico y antisemita– Anoche, Unión Radio anuncia la inauguración de un cabaret que lleva este título, nada más: Cabaret Satán. Claro que todos los cabarets llevan esa marca, todos; pero el diablo no asomaba los cuernos y el rabo en el rótulo. Pero ¡ya está! y no lo ha redactado Carducci. A esto hemos llegado. Quema de conventos, prisión y destierro del Cardenal Segura, incendios constantes de iglesias, destrucción de cruces, supresión de Crucifijos en escuelas, asilos y hospitales, ateísmo persecutorio oficial y, ¡ahí está!, el crecimiento espiritual en danza diabólica, brindando a Satán, que ríe escuchando el eco de los mueras a España, España y Satán son antitéticos. En el mismo grado en que la Cruz y España son consustanciales. ¡España no será sin la Cruz!». Unos meses más tarde, en mayo de 1935, el horror del periódico no había disminuido. Todo lo contrario. El jazz, los ritmos afrocubanos o las variedades eran, por supuesto, impuros, formas de arte degenerado: «Es natural. A una música de selva, a un baile de epilépticos, a una música perversa y canalla; unas contorsiones de… “cabaret” Satán», añadió.

Madrid, por aquellas fechas, tenía muchos templos sicalípticos (la palabra surgió como un desliz periodístico de «apocalipsis» en referencia al efecto que producía la proliferación de cupleteras y variedades), pero pocos como el polémico y espectacular Cabaret Satán, situado en el número 60 de la calle de Atocha y anunciado con grandes letras de neón. Nunca cielo e infierno estuvieron tan cerca: se encontraba pared con pared con la Iglesia de El Salvador y San Nicolás. Los católicos montaron en cólera.

LA IGLESIA DE EL SALVADOR Y SAN NICOLÁS. A SU IZQUIERDA, PUEDE VERSE EL COMIENZO DEL PASAJE DORÉ, DONDE ESTUVO EL CABARET SATÁN Y QUE CORRESPONDE AL NÚMERO 60 DE LA CALLE ATOCHA, INDICADO EN GRANDES LETRAS

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